sábado, 28 de marzo de 2009

3.3.4 Literatura alegórica. Dante.

La alegoría, en la Edad Media, no es únicamente un recurso estilístico, sino una poderosa herramienta mnemotécnica -en una época donde la memoria lo es todo, pues reside en el corazón ("reCORDar")- y, también, una fuente de conocimiento. Es famosísima la alegoría de las Siete Artes Liberales del citado Alain de Lille, que representa un "carro alegórico ideado por Fronesis (la Sabiduría) para viajar a los cielos y que construyen siete jóvenes (las siete Artes Liberales, atributos de Fronesis): la Gramática hace el timón, la Dialéctica el eje, la Retórica dora las piezas y las cuatro restantes —Aritmética, Música, Geometría y Astronomía— se ocupan de las cuatro ruedas. Los cinco sentidos, como caballos, componen el tiro".
No pocas veces, el pretexto para elaborar estos complejos mundos simbólicos es el "sueño": el autor se adormece y sueña con ideas que se personifican. Un recurso más original para introducir la alegoría de una manera casi imperceptible, haciendo que el lector se adentre descuidado y caiga de repente en la cuenta de que los símbolos lo rodean, es el que emplea magistralmente Berceo en su introducción a los Milagros de Nuestra Señora.
Quizás los dos ejemplos de literatura alegórica más acabados sean La Divina Comedia de Dante y el Roman de la Rose de Lorris y Meun. La primera es una visión de ultratumba,con una descripción pormenorizada del infierno, el purgatorio y el paraíso, y una lista exhaustiva de sus ocupantes, en la que no debe excluirse una venganza personal de Dante, un perdedor político. En cualquier caso, la riqueza de sus símbolos y la fortaleza de su estructura literaria explican en parte la fama literaria de la obra.
La segunda, en la primera parte compuesta por Guillermo de Lorris, es un "sueño" con fondo de amor cortés; y una terrible invectiva contra las mujeres en la segunda, de Juan de Meun, que será el comienzo de un larguísimo y supranacional debate sobre la calidad de las mujeres, la "querelle des femmes". En este debate es fundamental la aportación de Cristina de Pizan, con su libro La ciudad de las mujeres (siglo XV).

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